A 27 AÑOS DEL CRIMEN DE JOSÉ LUIS CABEZA

El horror se apoderó del destino de José Luis Cabezas en una fatidica noche cuando fue vilmente asesinado con dos disparos en la nuca y luego su cuerpo fue consumido por las llamas en su propio automóvil. Este atroz crimen fue perpetrado por una siniestra banda de ladrones, más tarde conocida como “Los Horneros”, bajo la liderazgo del oficial Gustavo Prellezo. Los detalles de esa macabra noche revelan la oscura trama que envolvía la fiesta de Andreani, donde la preparación del secuestro se gestaba entre sombras. La liberación de una zona por parte de la policía, la implicación de un personaje influyente como Yabrán y, finalmente, el dolor insondable que embargó a la familia de Cabezas.

La imagen estremece. Se puede ver en un pozo enorme que luego se popularizó como “La Cava” un auto incendiado, con la puerta del acompañante abierta y sobre el asiento lo que queda de un cuerpo calcinado. y fuera de él las piernas con las botas tejanas puestas: se trata de la foto que publicó el diario El Mensajero de la Costa el domingo 26 de enero de 1997 en su portada bajo el título: “Hombre carbonizado en el interior de un vehículo-General Madariaga-Paraje Manantiales” y un epígrafe que anticipaba y sintetizaba el horror: “Se trataría de un fotógrafo de la revista Noticias”.

Un día antes, pasada la medianoche, ya en los primeros minutos de aquel fatídico 25 de enero de 1997, el poderoso empresario de correos Oscar Andreani agradecía de la mano de María Rosa, su esposa, la presencia en su residencia del norte de Pinamar de decenas de invitados a su fiesta de cumpleaños número 54. “Gracias por compartir conmigo esta noche y el privilegio de poder vivir”, expresaba en medio de un clima de alegría desbordante.

Entre los asistentes al festejo estaba el fotógrafo de la revista Noticias, José Luis Cabezas, a quien Andreani abrazó especialmente apenas terminó de decir esas pocas palabras porque lo consideraba su amigo. La relación entre ambos trascendía lo meramente periodístico. Tan era así que José Luis, que estaba en todos los detalles, le llevó de regalo una remera azul y blanca a rayas, acorde a la temática de la celebración llamada “La fiesta del Capitán”, como lo mencionaba la anfitriona que daba la bienvenida a cada uno de los presentes. Vale aclarar ese gesto del obsequio de José Luis que demostraba la amistad que existía, porque el resto de periodistas y fotógrafos de distintos medios que trabajaron allí concurrieron simplemente para la cobertura del evento. Cabezas además de hacer su trabajo profesional lo sentía de manera más fraternal.

Pero tan solo unas horas después, un grupo de delincuentes decidía sobre ese “privilegio de poder vivir” del que había hablado Andreani, y secuestraba y mataba de dos disparos en la nuca al respetado colega. Además lo esposaba y quemaba su cuerpo dentro del Ford Fiesta blanco en el que se trasladaba, en la mencionada cava de General Madariaga, a 16 kilómetros de Pinamar.

Portada del diario El Mensajero de la Costa, de General Madariaga, el día que apareció carbonizado el fotógrafo José Luis CabezasPortada del diario El Mensajero de la Costa, de General Madariaga, el día que apareció carbonizado el fotógrafo José Luis Cabezas

José Luis había llegado a la ciudad como todos los veranos para cubrir periodísticamente la temporada junto al periodista Gabriel Michi. El verano anterior habían logrado fotografiar a otro empresario postal tan poderoso como enigmático: Alfredo Yabrán, a quien se lo veía caminar por la playa con un short multicolor charlando animadamente con su esposa, María Cristina Pérez. A Cabezas le llevó dos jornadas de trabajo aquel hallazgo de ponerle rostro a este empresario que hasta allí vivía oculto en las sombras, al que se le adjudicó decir: “Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”, aunque él luego se cansó de desmentirlo. Al que sí le pegaron no un tiro, si no dos, fue a José Luis y en la nuca, luego de obligarlo a arrodillarse indefenso, para de manera cobarde rematarlo después de haberlo golpeado de manera salvaje.

El autor de los disparos según determinó la justicia fue el por entonces oficial de policía Gustavo Prellezo, quien había sido el segundo en jefe de la comisaría de Pinamar hasta unos meses antes. En el juicio también se demostró que Yabrán le pidió a su jefe de seguridad, Gregorio Ríos, que quería pasar un verano tranquilo, no como el anterior que fue fotografiado en la playa. Y le indicó que coordine esa orden con Prellezo, con quien el empresario ya había estado reunido en sus oficinas. Todo fue descubierto gracias a que para la investigación se utilizó por primera vez el Sistema Excalibur de entrecruzamiento de llamadas que permitió demostrar la numerosa cantidad de comunicaciones telefónicas entre las partes involucradas.

Entonces a Prellezo no se le ocurrió mejor idea para abaratar costos que subcontratar “mano de obra marginal y económica” para quedarse con más dinero del total que recibió, proceder de manual del rezago de aquella “Maldita Policía” bonaerense de los 90. Así dio con cuatro lúmpenes de la zona de Los Hornos, perteneciente al partido de La Plata, por eso se los bautizó como la banda de “Los Horneros”, conformada por José Luis Auge, Héctor Miguel Retana, Sergio Gustavo González y Horacio Braga.

La madrugada trágica del 25 de enero “Los Horneros” merodearon el chalet de Andreani ubicado en Priamo y Burriquetas, la custodia de Andreani acudió a pedido de los vecinos que advirtieron actitudes sospechosas, llamaron a la comisaría que estaba a cargo de Alberto “La liebre” Gómez, pero la policía nunca llegó porque luego en la investigación y el juicio posterior se demostró que la zona estaba liberada para que cometieran el hecho. Gómez, días antes, se había cruzado con Cabezas y le había mencionado “qué grande que está tu hija”, en referencia a Candela, que por entonces tenía cinco meses de edad. Lejos de sentirse halagado, el fotógrafo se preocupó, porque percibió que lo estaban espiando. Además, para esa época ya había recibido otras amenazas.